Existen 3 tipos de clientes, según su actitud y lo que buscan. Claro que estos 3 tipos de clientes tienen un objetivo en común: el beneficio para ellos mismos y para su empresa, Pero se diferencian por lo que consideran más importante en la negociación, lo cual debes descifrar lo más rápido posible una vez que los conoces:


EL RELACIONISTA: Para un relacionista, la clave del éxito es su libreta de contactos. Generalmente tiene una memoria prodigiosa para los nombres y los detalles personales, y te sorprenderá cuando te pregunte sobre puntos específicos que le hayas hablado de ti en otras reuniones.

 

¿Cómo reconocerlo? de los 3 tipos clientes, éste es el más agradable, de apretón firme y contacto visual pleno. Pondrá especial atención a tu nombre y lo usará mientras te habla. Para él son importantes los detalles personales, y saber, aunque sea un poco, sobre tu personalidad y tu profesión. Eso les ayuda a recordarte luego, lo cual puede ser muy beneficioso: Aunque la negociación no se concrete, si le caes bien no tendrá reparos en recomendarte cuando sepa de alguien que necesite tus servicios.

 

Es capaz de sacrificar beneficios monetarios en pro de la creación de relaciones con otros profesionales y organizaciones. En este caso es conveniente que tú mismo saques tu libreta de contactos (figurativamente hablando) y le demuestres los horizontes que se abren a nivel de networking cuando haga negocios contigo.

 

De la misma manera, será el más desconfiado si no tienes referencias de otros clientes satisfechos. No es que vaya a investigarte, pero al negociar con él funciona muy bien mencionar las empresas y clientes beneficiados con tus productos. Recuerda contar con la autorización para mencionarlos, por supuesto.

En cuanto a la gestualidad, con ellos funcionan muy bien los gestos simétricos y amplios con las manos y hablar en segunda persona del plural: “nosotros…“, “podemos…“ “debemos…“, Como si ya formaran parte de un grupo.


EL ANALÍTICO: Para el cliente analítico es crucial conocer al detalle todos los pasos que lo llevan a su objetivo. Si debe llegar a C, va a saber cómo empezar por A y luego B… y si es necesario subdividirlo en B1, B2… ¡Mejor aún!.

¿Cómo reconocerlo? Notarás que te presta especial atención cuando hablas del proceso de tu idea, producto o servicio, incluso más que el beneficio que ganará al concretarse la transacción. Para poder tomar una decisión, querrá considerar todos y cada uno de los pasos necesarios, y detestará que te apresures al exponerlos.

 

La manera más fácil de detectar un cliente de personalidad analítica es cuando usa un papel y lápiz para exponerte una idea o proyecto. A diferencia de los otros dos, el analítico te hará un diagrama por fases, ordenado por cronología o prioridades. Él siempre quiere estar seguro de que cada punto de la negociación es como un engranaje que encaja perfectamente en un reloj suizo.

 

La gestualidad que debes usar es de precisión, usando la mano firme con los dedos juntos enumerando cada paso del proceso. Recuerda hacerlo de tu derecha hacia tu izquierda para que él, desde su perspectiva, vea el movimiento de tu mano en el orden correcto. Quizá no lo note conscientemente, pero sentirá que está hablando con alguien que lo entiende de verdad.


EL PRAGMÁTICO: No es que para el pragmático no sean importantes las relaciones o los procesos; pero para él el fin último son los resultados. En pocas palabras, ¿Cuál es el beneficio real que obtendrá? a partir de allí, hace una especie de backtracking sobre el proceso y los riesgos que debe asumir, pero sin dejar de tener el ojo puesto en la meta.

 

¿Cómo reconocerlo? Es normal confundir a un pragmático con un analítico, pues ambos tienen tratos muy parecidos. Sin embargo, al primero le aburrirán los detalles del proceso (su mirada vagará, verás que un pie empieza a dar toques en el piso, juega con un bolígrafo…). Para él, su tiempo es oro, así que trátalo como tal.

 Siempre son los más puntuales de todos.

¿Lo bueno de un cliente pragmático? las reuniones pueden durar incluso minutos; la mala noticia es que debes ser capaz de hacer una presentación increíblemente concisa, ya sabes en cuál orden: del beneficio al proceso.

En cuanto a la gestualidad, debes usar la misma mano con la que le hablabas al analítico: firme, con los dedos extendidos y juntos, pero en este caso concentrándote en un sólo punto. Asegúrate de tener respuestas concretas a preguntas como: ¿Y tú a qué te dedicas? ¿Qué hace tu empresa? ¿Cuál va a ser tu ganancia? El pragmático DETESTA los rodeos al responder.


“Solo hay un jefe. El cliente. Puede correr a cualquiera, desde el dueño hacia abajo, simplemente gastando su dinero en otro lado” -Sam Walton.